Para nadie es nuevo que en la historia del México contemporáneo, el Presidente de la República influye en el proceso de quien habrá de sucederlo en el cargo, evento que durante muchos años, cuando sólo un partido gobernaba, se denominada como “destape” en el momento de la designación y “cargada” durante el proceso, como evidencia de que el aparato de estado trabajaba para llevar al ungido al poder.
Con la alternancia del poder, no obstante, así como la “ciudadanización” de los órganos electorales y las modificaciones al marco legal electoral, estos procesos que se habían convertido en usos y costumbres han evolucionado, sin que haya quedado atrás del todo, el uso del aparato de gobierno para hacer prevalecer al partido en el poder.
Si bien es cierto en el sexenio pasado, el candidato de Vicente Fox no era precisamente Felipe Calderón, al haber triunfado éste en la interna del PAN y ante el “peligro” que significaba que el PRD a través de Andrés Manuel López Obrador llegara a Los Pinos, el gobierno federal encabezó presumiblemente la campaña más agresiva para denostar a un candidato y atemorizar a la población de los riesgos de su triunfo, logrando ganar por un margen muy estrecho para el “partido oficial” y que prevaleciera el blanquiazul, aunque ya después hubiera ruptura al interior entre foxistas y calderonistas.
En este 2012 la historia pareciera repetirse. Josefina Vázquez Mota ni por error era la precandidata favorita de Calderón, quien trató de impedirle el paso y lanzó a su delfín Ernesto Cordero y al no lograrlo, en este momento hay todo tipo de negociaciones, componendas y una “operación cicatriz” al interior del PAN, para que la candidata “oficial” pueda recibir los beneficios del aparato de estado y el Presidente de México ordene, como parece que ya lo hizo, tratar de ganar la elección del 1 de julio a “como de lugar” e impedir que el PRI regrese a Los Pinos o AMLO pueda cobrarle revancha electoral.
Llegó Calderón al extremo no sólo de aparecer públicamente en actos oficiales del PAN (en contra de la “sana distancia” tan reclamada por ese partido hace años), sino de querer influir en líderes de opinión con encuestas, a estas alturas ya por todos cuestionadas, para explicarles a grupos de poder (como los directivos de Banamex) que Vázquez Mota no sólo era una opción de continuidad, sino que además trae la fuerza necesaria y ya “empató virtualmente” al precandidato del PRI, Enrique Peña Nieto.
Ello le valió al Presidente de México, denuncias del PRD ante el IFE y la FEPADE, que si hubieran de aplicar la ley, estarían en un predicamento de sancionar al jefe del ejecutivo federal o bien sentar un precedente de que en México no pasa nada si de violar la legislación electoral se trata.
Episodio que sin duda daña a las instituciones y la envestidura presidencial, como lo hace también el aprovechamiento de la “veda electoral” de parte del gobierno federal para tratar de posicionar ante el ciudadano una imagen favorable que luego le redunde en beneficios electorales.
Una macrocampaña de logros en radio y televisión, una intensa agenda de trabajo en todo el país de parte de Calderón para presumir los resultados de su gobierno, así como crisis “repentinas” en estados perredistas y priístas (a decir de algunos “provocadas”) y una cacería de brujas contra tricolores y miembros del sol azteca, son entre otras, acciones aparentes del aparato de estado para ayudar a Vázquez Mota, aunque ya algunos críticos dicen que si el Presidente de México perdió sus últimas elecciones (la de su hermana Cocoa en Michoacán y la de Cordero en la interna), su partido no debería confiarse en las estrategias presidenciales.
La pregunta que muchos ya hacen es: ¿campaña para Presidente? ó ¿un Presidente en campaña?
Twitter @omarcervantes